La oscuridad trae el nuevo villano y exdictador Khan, (Benedict Cumberbatch), a quien le interesa preservar su propia “familia”: el increíble secreto que guardan en su interior 72 torpedos. Esta nueva misión que dura cinco años del siglo XXIII estará colmada de verdaderos dilemas y peligros para Kirk y los suyos que deberán enfrentar la traición de una importante pieza de su propio equipo. Con el imaginativo aliento de la ciencia ficción y sus extraordinarios mundos, razas alienígenas, vertiginosas naves, seres con poderes extrahumanos, teletransportaciones y resucitaciones, Star Trek into Darkness es fiel al espíritu de su predecesora en el 2009, que parte a su vez de Star Trek, popular show de televisión de la década de 1960, creado por Gene Roddenberry.
La secuela trae la última tecnología en efectos digitales, una atronadora banda sonora que va a la par con su aparatosa trama y convincentes actuaciones donde destaca la fría teatralidad del villano que interpreta el británico Cumberbatch. Para J.J. Abrams, zar de la ciencia ficción y director de ambas Star Trek, quien pronto estará a cargo de Star Wars VII, la meta con esta secuela fue hacer una película unitaria, no solo para los fans llamados “trekkers” sino para todo el mundo, incluso sin haber visto las anteriores de la serie.
Se propuso que el espectáculo fuera impactante, con un mayor alcance emocional, mucha acción e intensidad visual. Y efectivamente, logra encandilar con sus asombrosas naves, catástrofes apocalípticas e inmensas escenografías futuristas de San Francisco y Londres. Lo que no logra es que este larguísimo espectáculo de percepciones y sensaciones sea igual de ameno para neófitos y fanáticos del tema. Con escaso humor y abstinente romance –reducido al rápido beso que recibe el de orejas puntiagudas Mr. Spock, Star Trek into Darkness es una aventura galáctica pura y dura, a la que le sobran efectos visuales.
Fuente: elnuevoherald
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